Monday, 21 April 2008

Spinning Girl

Hasta hace poco más de una semana, quien les habla no tenía ni idea de lo que significaba la palabra « spinning ». Pero con un poco de research, y las correspondientes traducciones en español (parece ser que por estas tierras le dicen “ciclo sala”), logré interesarme por este curioso deporte que inocentemente creí podía ser mi salvación. Así que me anoté en una clase de prueba en un gimnasio del norte de Madrid. Antes de ir comí pasta y lentejas, rescaté una calza del fondo de una caja, y me compré una de estas bebidas deportivas para poder soportar la hora completa de bicicleta fija colectiva.

Cuando llegó el profe con sus shortcitos ajustados y el bulto marcado, se detuvo en mis pedales y me ató los pies. Me lanzó mirada de “no me gustan los nuevos” y se dirigió al frente, a su dos ruedas de rey, y comenzó la clase a todo volumen.

Entre sus gritos de “a ver ese ritmillo”, “ponle carga” y la música ensordecedora, él sudaba más que ninguno y sonreía sádicamente, mientras cantaba las melodías preparadas. Durante los primeros veinte minutos él estaba concentradísimo moviendo los labios al son de “WE WILL ROCK YOU”, y yo sólo quería decirle que no iba a poder terminar la clase (que por favor me desatara los pedales) porque mis partes íntimas estaban siendo violentamente machacadas y que más que el bienestar físico de mis piernas ahora me preocupaba el futuro de mi salud sexual.

Pero me fue imposible hacérselo saber. Podría haberle dado cualquier otra excusa, como que el corazón me estaba por reventar o que me era difícil seguir la clase porque yo realmente no lograba interpretar órdenes como “llano” o “en dos arriba”. Pero eso de exponerme públicamente nunca se me dio bien.

De modo que así terminé, tras sesenta minutos de pedaleo constante: con la flor magullada y la convicción de que este deporte tampoco es para mí.

3 comments:

Yo said...

te lo dije ...

Agusita said...

I know! Esto me pasa por desobedecerte.

Unknown said...

ajjajaja EXCELENTE HISTORIA!