Do-sel.
Cor-ti-ni-ta.
Un poco más y contrataban un paje para despertarme.
Delirios de realeza, como verán, no me han faltado. Como cuando mi abuela me sacaba el pelo de la cara, despejándome esta pequeña frente que Dios me dio, y me mostraba la forma en que nacía mi cabello: “lo ves, sólo la gente de sangre azul tiene pico, como vos”.
Y yo, ilusa, me creí todo.
Hasta que un buen día me di la cabeza, con pico y todo, contra la terrible realidad de buscar laburos de mierda, viajar constantemente en autobús y sobrevivir a diario sin mucama (ni pajes).
Mañana nos vamos a Galicia y todavía me cuesta aceptar que no vamos a alojarnos en el parador de los Reyes Católicos. Porque una parte de mí todavía piensa que me lo merezco.
No, mejor dicho: que es allí donde pertenezco.
La mejor solución para hacer desaparecer esos aires de grandeza tan resistentes será la cachetada del hostal de una estrella que acabamos de reservar.