
Los nervios me carcomían el estómago y la panza me hacía ruido. Samuel tenía la frente sudada y se mordisqueaba las uñas. Sharon envíaba frenéticamente mensajitos desde su móvil rosita.
Mr. Black llegó y saludó a su petit comité con una gran sonrisa. Nos felicitó por haber llegado hasta el último día y dijo que cualquier cosa que pasara en adelante no debería desmoralizarnos ya que él estaba muy orgulloso de todos nosotros.
“Pace. It’s all a matter of pace, Samuel”, murmuró sin mirarlo a los ojos Mr. Black. “Tus alumnos dicen claramente que te falta ritmo y que tus clases son aburridas. Lo lamento muchísimo, pero no puedes ser parte de nuestro equipo”.
Samuel, de la edad de mi padre, se paró y le dijo que tenía razón: “Siempre fui un aburrido. Por eso me dejó mi mujer y por eso no tengo muchos amigos. No creo que a esta altura del partido pueda cambiarlo, pero tampoco quiero ver cómo mis alumnos se duermen en mis clases”. Se acercó a Mr. Black, le estrechó la mano y antes de salir se dio media vuelta y cual gentleman nos lanzó un “It’s been a pleasure” que todavía resuena en mis oídos.
Tuve que concentrarme mucho para no dejar escapar un par de lágrimas. La situación era extremadamente patética, y aunque ahora Mr. Black vociferaba sus felicitaciones para Sharon y para mí por haber sido seleccionadas, mi mente estaba con Samuel y su alma de perdedor.
Me costó reaccionar y entender que tenía una plaza en una de las academias más prestigiosas de Madrid. Y que había superado a la mayoría a pesar de que el inglés no era mi lengua materna. Mr. Black nos dijo que pronto traerían los contratos y que mientras tanto íbamos a terminar con las últimas unidades de nuestra formación.
Ya llevábamos más de media hora escuchándo a Mr. Black hablar sobre las diferentes maneras de enseñar Public Speaking, cuando un timbre de teléfono móvil lo interrumpió. La musiquilla era claramente tediosa, pero por lo menos no era el chirrido desagradable de mi aparato celular. Mr. Black miró fijamente a Sharon, que tardó un poco en reaccionar antes de encontrar su teléfono en el fondo de su bolso y contestarlo con un “Can’t now. Call you later”.
La más que tensa situación fue paralizada por la secretaria que irrumpió en el aula con unos papeles en la mano. “Aquí están los dos contratos, Mr. Black”, susurró sensualmente mientras los apoyaba sobre el pupitre.
“Déjame solo uno, por favor”, ordenó Mr. Black clavando su mirada en Sharon, “el otro no hará falta”.
La secretaria obedeció y se fue sin cerrar la puerta tras de sí, como si hubiera adivinado lo que iba a acontecer. Mr. Black y Sharon mantuvieron un duelo de miradas silencioso hasta que por fin él masculló: “Contestar al móvil! I-nad-mi-si-ble.”
Sharon no dijo ni pio. Guardo su teléfono color Barbie en su cartera de marca, recogió sus libros y se fue sin más.
Mr. Black cerró la puerta, me acercó el contrato y chilló “Sign!”, cual militar. Y así fue como quedé atrapada en las garras de Star Services...
Winner or Loser?
5 comments:
sorry pero para mi es todo preparado, no puede existir una academia nazi de este tipo... no lo creo!
pobre samuel...
existe y el lunes empiezo a trabajar para ellos. Creo q valio la pena porque el puesto es en la universidad y pagan bastante bien
bueno entonces te re felicito!! sos muy grosa!!
This is a joke, right? No soy como usted me pinta aquí. Además, yo no estaría tan seguro de que al fin usted trabajara con nosotros... We need to talk. Step into my office, baby! Ja, Ja, Ja.
decime que la parte que se fue Sharon es ficción...
Post a Comment