Thursday, 8 May 2008

Mutis por el foro


La carta era de la Oficina de la Comunidad de Madrid relacionada con los servicios de desempleo, convocándome para el día de la fecha en las oficinas de Atocha para « constatar mi identidad ». Me pedían que llevara un documento personal, o bien un contrato laboral a mi nombre (esto último me sonó bastante a trampa, ya que nosotros, los desempleados, carecemos lógicamente de dicho papel).


Fui bien temprano y saqu
é mi turno (S067) y me senté entre la manada de losers del hall, rodeada básicamente de esa tribu madrileña de gente de escasos recursos, poca higiene, mucho olor a cigarrillo y aliento mañanero violentamente etílico.


Delante mío, un hombre de uñas negras y orejas enormes mataba el tiempo con un extraño tic: le daba la vuelta a su pabellón auricular, estiraba el cartílago al máximo, luego lo enrollaba y después lo volvía a su lugar. Se pasaba el brazo derecho por detrás de la espalda y empezaba otra vez a hacer lo mismo con la oreja izquierda.


Detrás, un par de colombianas se contaban las tragedias familiares de turno. Que la Mari estaba destrozada porque su hijo mayor había vuelto con la ex, “esa fea chupetona”. Que encima que “esa” tenía hijos adolescentes y delincuentes, el fin de semana la encontraron con otro, y que su hijo mayor le perdona todo. Y que se la traía a vivir a la casa de la Mari, con sus criminales-púberes y todo. Y que ya eran como doce durmiendo en “la piecita”.


Dos horas estuve esperando allí, entre arcadas provocadas por el misterioso tic del tipo de delante, y las telenovelas casi radiales de las sudacas. Dos horas hasta que salió mi turno y me recibió una funcionaria pública que ven
ía de hacer su pausa de 40 minutos para desayunar.


Le entregué la carta y mi documento. Y le dije que no entendía lo que pasaba. Ella sonrió y tipeó mi nombre en su ordenador. Mientras los datos cargaban pude leer el cartel impreso por computadora que se asomaba por detrás de ella: “Si hablas, procura que tus palabras sean m
ás bonitas que tu silencio”, rezaba bajo un símbolo smiley.


“Ya está. Puedes irte. Ha sido un error del sistema”, me dijo sonriente.


Yo, obediente, opté por el mutismo…

Wednesday, 7 May 2008

She rocks



La miré con cara de « no seas tonta » y volví a señalarle mi tarjeta francesa de grupo sanguíneo. Le mostré el « o+ » y le expliqué –porque al parecer no se quería enterar- que ese símbolo era lo mismo en todos los países.

Pero ella estaba encaprichada en ganar la pulseada y me dijo que iba a necesitar un examen de un laboratorio español para certificar que lo que yo decía era cierto. Que ella no se podía fiar de cualquiera. Que tenía una responsabilidad profesional. Que así se manejaba la seguridad social en este país y que no intentara cambiar las reglas del sistema porque no lo iba a lograr.

Así terminó mi primer encuentro con mi nueva médica de cabecera, y por lo tanto hoy al alba me tuve que ir al ambulatorio a realizarme una extracción.

Cuando llegué la fila daba la vuelta hasta la recepción y estaba formada en su gran mayoría por un público geronte (geronte-casi-muertito, para ser más exactos). Eran por lo menos media centena. Me puse detrás de una pareja de ancianos que no se soltaron de la mano ni medio segundo, y enseguida detrás de mí llegó una viejecita vestida de rosa confite con una sonrisa super angelical.

En un momento de la larga espera, la parejita decidió entablar conversación conmigo. Me contaron que la enfermera más joven era una bestia, que pinchaba en cualquier lado y que tenía fama de no encontrar las venas. Que hiciera todo lo posible por ser elegida por la otra, Mari Pili, que hacía el oficio desde hace más de veinte años y que era muy profesional: “ni te enteras de la aguja”, me dijo él con aliento a diente postizo.

“Es verdad”, agregó a mis espaldas la viejecita de rosa. “Mari Pili es la mejor”, confirmó con tono de abuelita amable, casi con una caricia sobre mi hombro.

En eso llegó un joven, con aire perdido, se detuvo al lado nuestro y preguntó “vosotros para qué estáis?”. Pero antes de que yo pudiera responderle, la viejecita de rosa se dio vuelta y ahora con un gesto de diablo le gritó: “Es que al final de la fila están regalando móviles, no te jode?!”.

El muchacho se quedó duro. Y yo ya estaba estupefacta cuando la escuché musitar su remate: “gilipollas!”.

Monday, 5 May 2008

Mejor que Karlos


« Y si no les gusta nada de esto, también hay palta », anuncié.

Pepe y su amiga estaban hambrientos y yo me encontraba frente a mi heladera haciendo una descripción del inventario casero, con la intención de ofrecerles algo digno para picar.

Pepe : ¿Hay qué?

Yo : Palta

Ella : ¿Qué es palta?

Yo : “¿Avocat?”- pronuncié en francés- “¿Avocado?” –intenté en inglés.

Pepe : ¡¿Qué?!

Ella : ¡Señala!

Agarro el fruto verde y se los enseño.

Los dos : ¡Aguacate!

¡Cierto que se decía diferente! ¿Cómo pude olvidarlo? Definitivamente la vuelta va a tener sus complicaciones lingüísticas, pienso, mientras me dirijo hacia el armario para buscar unos frutos secos.

Yo : Y también tengo castañas de cajú, si quieren.

Pepe : ¿Castañas de qué?

Yo: “Cashú”

Ella : ¿De qué estás hablando? ¿Eso es francés?

Saco la bolsa y les muestro el contenido, provocando un ataque de risa casi espasmódico.

Pepe : ¡Anacardos!

Yo : Esa no la sabía! ¿Cómo es?

Ella : A-na-car-dos

Vale. Lesson number two registrada. La número tres la tuve este finde en Galicia, cuando pedimos 'bogavante' para descubrir un marisco nuevo y nos trajeron la langosta de toda la vida.

Metería los tres alimentos en un bowl, les pondría unas hojas de lechuga, una salsita a la vinagreta (o mejor una rosa) y la bautizaría como “Ensalada Misunderstanding”. Sería un éxito rotundo. En todos los idiomas.